Si llenamos de agua un recipiente circular y provocamos oscilaciones en el centro, produciremos ondas que se expanden hasta rebotar en el contorno del recipiente. Las ondas reflejadas se propagan entonces hacia el centro del recipiente y se suman a las ondas incidentes.
La suma o superposición dará lugar a oscilaciones estacionarias planas y concéntricas, un modo de vibración de la superficie del agua como el que vemos a continuación:
Realmente, la intensidad o amplitud debería disminuir al aumentar el radio, ya que la energía de cada onda debe repartirse sobre un perímetro que aumenta. El resultado es más o menos el siguiente:
Si la magnitud que oscila no es un desplazamiento como sucedería con cada molécula de agua, las variaciones de amplitud podrían representarse mediante cambios de color. Algo así ocurriría con las ondas de sonido si representamos los cambios en la densidad del medio:
domingo, 31 de enero de 2016
jueves, 28 de enero de 2016
Animación de ondas.
Propagación de un pulso aplicado en uno de los extremos de una cuerda:
Si repetimos los pulsos en pequeños intervalos de tiempo se propagan ondas completas:
Propagación de un pulso con el extremo fijo de la cuerda:
Fijando los dos extremos y suponiendo que la energía no se pierde, el pulso recorrería la cuerda ininterrumpidamente.
Formación de una onda estacionaria:
Experimento de ondas estacionarias en una cuerda (universidad de Alicante):
Experimento de ondas estacionarias en el agua:
Placa oscilando de forma estacionaria con arena que se concentra donde no hay oscilación, lo que podemos denominar líneas nodales.
Ondas estacionarias en una pompa de jabón:
Ondas estacionarias de sonido. El nivel sonoro dentro del tubo se intensifica cada vez que la longitud que recorre el sonido dentro del tubo es múltiplo exacto de media longitud de onda.
Ondas circulares y estacionarias en la superficie del agua. El experimento permite medir la velocidad de las ondas en la superficie del agua.
Ondas estacionarias en un muelle.
Las ondas estacionarias del sonido son la clave para medir su velocidad del sonido.
Y sucede lo mismo si en lugar de sonido es radiación electromagnética como la luz. Un simple microondas puede servir para medir aproximadamente la velocidad de la luz.
Experimento de ondas estacionarias en una onda plana, similar a la superficie de un puente:
El puente de Tacoma se destruyó porque se puso a oscilar de forma estacionaria.
Si repetimos los pulsos en pequeños intervalos de tiempo se propagan ondas completas:
Propagación de un pulso con el extremo fijo de la cuerda:
Formación de una onda estacionaria:
Experimento de ondas estacionarias en una cuerda (universidad de Alicante):
Experimento de ondas estacionarias en el agua:
Placa oscilando de forma estacionaria con arena que se concentra donde no hay oscilación, lo que podemos denominar líneas nodales.
Ondas estacionarias en una pompa de jabón:
Ondas estacionarias de sonido. El nivel sonoro dentro del tubo se intensifica cada vez que la longitud que recorre el sonido dentro del tubo es múltiplo exacto de media longitud de onda.
Ondas circulares y estacionarias en la superficie del agua. El experimento permite medir la velocidad de las ondas en la superficie del agua.
Ondas estacionarias en un muelle.
Las ondas estacionarias del sonido son la clave para medir su velocidad del sonido.
Y sucede lo mismo si en lugar de sonido es radiación electromagnética como la luz. Un simple microondas puede servir para medir aproximadamente la velocidad de la luz.
Experimento de ondas estacionarias en una onda plana, similar a la superficie de un puente:
El puente de Tacoma se destruyó porque se puso a oscilar de forma estacionaria.
viernes, 22 de enero de 2016
3.- En el otro lado de la realidad.
El Universo, la Tierra, la casa que
habitamos… ¿Quién pensaría que no existen? Decimos que son reales porque sí,
porque los vemos a ellos y a las partes en que se dividen. Existen los
ladrillos de nuestra casa y el cemento que los mantiene unidos, pero la física
nos está diciendo que la división en partes tiene un límite, y al atravesarlo
desaparece la realidad subjetiva que tiempo atrás no hacía falta definir con precisión.
Ahora la realidad macroscópica no se puede entender de la misma forma que los
estados de una partícula, hay categorías de realidad, mucha incertidumbre, y
mucha expectación por descubrir a dónde conduce el laberinto de la razón.
Quizás estaremos de acuerdo en que
“realidad” es el conjunto de todo lo que existe, pero decidir qué existe y en
qué condiciones no es tan fácil como parece. Quizás estaremos de acuerdo en que
realidad y materia se dan estrechamente la mano, así que vamos a investigar si
las evidencias experimentales nos hablan fuerte y claro sobre una inquietud que
nos pertenece a todos, comenzando con el viejo problema de medir magnitudes
como longitud, tiempo y masa.
La falta de precisión en la medida
siempre ha bloqueado el avance de la ciencia porque las teorías que no se
pueden falsear se quedan en un limbo metafísico y no se desarrollan. Por
ejemplo la supervivencia de la relatividad general de Einstein dependía de
cuánto se desviaba la órbita de Mercurio, una variación angular tan pequeña que
para medir una desviación de un solo grado necesitaríamos esperar 8372 años, eso
es el equivalente a los famosos 43 segundos de arco por siglo que Einstein
acertó a calcular con su propia teoría, y eso fue lo que se midió.
Se diría que alguna vez tendríamos
que alcanzar la precisión absoluta, y entonces, por fin, quedarían al descubierto
los secretos mejor guardados de la materia, una realidad tan objetiva y
predecible como imaginaba Laplace en su “mecánica celeste”. Sin embargo, al
dividir y dividir a la materia hasta llegar al submundo de las partículas,
resulta que los fotones de la luz que se necesitan para “ver”, para medir,
transportan tanta energía que al incidir sobre la partícula observada la sacan
de cualquier límite de observación, y adiós medida.
Hay un límite allá en lo muy pequeño
donde la precisión de medida se vuelve divergente y la realidad predecible se
disuelve como si todo estuviera dominado por el caos. Pero si de verdad es el caos
lo que domina la materia en su escala fundamental, ¿cómo es posible que surjan
macrosistemas tan ordenados y coherentes como los seres vivos? ¿El orden puede
surgir de un caos elemental, como si las partículas fueran piezas de un puzzle
que se juntan correctamente por casualidad?
Tal como sabemos por la física cuántica, el principio de indeterminación de Heisenberg está verificado experimentalmente, y nos dice que al multiplicar los errores de medida de dos magnitudes complementarias el resultado es una constante. Así por ejemplo si reducimos a cero el error de velocidad, entonces el error de posición se hace infinito y la partícula podría estar lo mismo aquí como en cualquier otro lugar del Universo. También es correcto decir que si una partícula virtual se desintegra en un tiempo muy pequeño, entonces tendrá una masa enorme. Por ejemplo el bosón W, una partícula que surge de la desintegración de un solo neutrón, es tan pesada como un átomo de hierro completo y eso incumple todos los principios de conservación de masa y energía. Una energía descomunal se oculta en el vacío más absoluto, y por alguna razón que nadie comprende, a veces presta un poco de su energía con la condición de que sea devuelta, a veces crea un “trocito de realidad” completamente nuevo a cambio de que solo exista durante un instante.
Muy bien, ya sabemos que por mucho
que se afine la medida de magnitudes físicas, nunca servirán para darnos una
imagen clara de la realidad primitiva que lo gobierna todo, son meros
condicionantes históricos y culturales que reflejan la forma en que los
antiguos humanos “pensaban” la realidad. Si las magnitudes como longitud, masa
y tiempo son tan viejas como sabemos, y es evidente que los antiguos humanos no
acertaron ni de lejos a describir lo que ahora sabemos de la materia, ¿no es
evidente que si ha cambiado la forma de pensar la realidad, también deberían cambiar
las magnitudes con que se mide?
El problema de la medida es desconcertante pero el experimento del que hablaremos ahora es, a juicio de muchos, la implicación más profunda de la física. Si tuviera que mencionar solo tres verdades universales no tendría duda en decir que la Tierra no es plana, que la Tierra no es el centro del Universo, y que la realidad es una telaraña de vínculos no locales que interconectan todo. John S. Bell publicó en 1964 un texto que pronto se conocería como el teorema de Bell, o desigualdades de Bell, y Alain Aspect, en su tesis doctoral de 1983, describió por primera vez un experimento que haría posible su verificación. Unos años más tarde se realizó con éxito el experimento y desde entonces ya sabemos que un principio de no localidad ha marcado para siempre a lo que llamamos realidad.
Todo comenzó al comprobar que la luz
se podía comportar como partículas y que las partículas se podían comportar
como las ondas, siendo Einstein el primero en acuñar el concepto de la
“dualidad onda-corpúsculo” como dos formas diferentes de ver una misma
realidad. No comprendía el por qué de tan extrañas manifestaciones de la luz y
la materia, pero creía en causas ocultas que algún día se revelarían evidentes.
Allí donde se coloca un punto de observación, la partícula esconde su comportamiento ondulatorio como si fuera consciente de ser observada, nunca se despista y siempre acierta nuestras intenciones aunque para ello tenga que adivinar todas las trampas aleatorias que pongamos en su camino. Sí, sí, como si de verdad hubiera visitado el futuro y siempre supiera en qué momento debe sonreír a nuestra cámara como una partícula que se burla de nuestra lógica.
Esos y muchos otros son los desafíos
de la materia a los que Einstein prefería buscar causas que la mecánica
cuántica no reconoce. Efectivamente, ha existido una rivalidad en contra y a
favor de las causas ocultas desde los comienzos de la mecánica cuántica, y
cualquiera que se ha visto implicado ha tenido que adoptar una postura
incondicional en esa guerra de la razón. La polémica se resume con tres
conceptos que se describirán seguidamente: Entrelazamiento cuántico, localidad
y realismo.
El entrelazamiento cuántico sería un efecto fantasmal si
tuviera lugar a nivel macroscópico. Dos o más partículas pueden quedar ligadas
de tal forma que su estudio por separado es imposible, pero lo extraño es que
al separarse a grandes distancias, incluso de kilómetros, siguen compartiendo
propiedades que cambian a la vez. Por ejemplo, al observar el spin en una de
ellas, la otra partícula tendrá con toda seguridad el spin opuesto, lo que
parece significar que el efecto de una medición se transmite de forma
instantánea entre dos partículas entrelazadas.
El concepto de localidad es de origen relativista, según el
cuál no existe nada más rápido que la luz. En consecuencia, los efectos de una
medición local tendrán una velocidad de propagación finita y no podrán afectar
al resultado de otra medición si ésta tiene lugar a distancia y en el mismo
instante.
El concepto de realismo implica reconocer que los
estados físicos existen antes de ser medidos, y por lo tanto existirá alguna
teoría de variables ocultas que pueda explicar dichos estados. Puesto que la
mecánica cuántica no puede hacer eso, debería ser una teoría incompleta. Al
contrario, si la teoría de variables ocultas no existiera, la mecánica cuántica
sería completa y la realidad no existiría hasta el momento de ser observada.
Localidad y realismo fueron las razones mejor fundamentadas en contra de la mecánica cuántica. La no localidad significaba aceptar efectos fantasmales y el no realismo significaba negar la realidad física. Así era la síntesis de la paradoja EPR planteada por Albert Einstein, Boris Podolsky y Nathan Rosen, una victoria que parecía evidente, pero sin apoyo experimental hasta que los físicos John Bell y Alain Aspect diseñaron el experimento definitivo.
Al determinar los estados de una
propiedad en dos partículas entrelazadas, es posible reducir el intervalo de
tiempo entre las medidas de forma que la luz no tenga tiempo para recorrer la
distancia entre las dos partículas. Si en esas condiciones suponemos localidad
y realismo de los estados físicos, la correlación entre medidas simultáneas
debería ser una prueba a favor o en contra del realismo y localidad que la
teoría cuántica no reconoce.
Una
teoría local podría suponer que las dos partículas ya son emitidas con estados
contrarios de la propiedad a medir y su predicción coincidiría con la mecánica
cuántica, pero Aspect diseñó el experimento añadiendo un factor aleatorio
cuando dos fotones ya estaban en vuelo, viajando en sentidos opuestos a la
velocidad de la luz. En esas condiciones una teoría local diría que era
imposible la comunicación entre los fotones, y la correlación esperada con el
factor aleatorio sería del 50%, pero según la mecánica cuántica sería del 70,7%.
El experimento con fotones utilizaba filtros polarizadores que podían cambiar o
no su dirección, y así cada fotón pasaría o sería capturado de forma
independiente, siendo la coincidencia tan probable como la discrepancia (de ahí
el 50% indicado antes).
Test de Bell de "dos canales"
La fuente SOURCE produce pares de fotones que
son enviados en sentidos opuestos hacia un polarizador de dos canales, cuya
orientación (a o b) pueda ser ajustada por el experimentador. Las señales
emergentes de cada canal son detectadas y las coincidencias de cuatro tipos
(++, −−, +− y −+) son contadas por el monitor de coincidencias.
¿Y qué sucedió? Pues lo que tenía
que suceder, que una y otra vez los resultados fueron favorables a la mecánica
cuántica, que es falso el principio de
localidad con partículas entrelazadas, pero este resultado pide a gritos
una interminable lista de aclaraciones en las que no es fácil ponerse de
acuerdo. ¿Sucede lo mismo en escalas macroscópicas? ¿Es cierto que todo surge
de un caos indeterminista y una realidad estricta no existe? ¿Es verdad que ha
muerto el determinismo para siempre? ¿Hay que reconocer que la materia se crea
como resultado de observaciones conscientes? ¿Y qué pasa cuando nadie observa?
¿A qué debemos llamar observador y a qué no? ¿Hay algo más rápido que la luz o
lo que llamamos distancia es irreal? Si las distancias fueran una ilusión,
¿cuál sería el verdadero aspecto y naturaleza de las cosas? Si fuera cierto que
la realidad surge de ondas y no de partículas, ¿qué serían esas ondas? ¿Tendríamos
que hablar de algo espiritual, de otras dimensiones, o simplemente de azar
probabilístico? ¿Es posible realmente que algo aparezca de la nada porque
simplemente existe una posibilidad estadística, una “fluctuación cuántica”? Y esas
fluctuaciones cuánticas que surgen de la nada, ¿son reales, o son la tontería
soberana más grande que se haya inventado en nombre de la ciencia?
Todavía encontramos por ahí el
término “decoherencia cuántica” para referirse al tránsito desde un estado
indeterminista y caótico de las partículas hacia un estado coherente y
razonable del mundo macroscópico. Realmente se ha intentado vender que son dos
mundos desconectados, y se ha utilizado como argumento para desacreditar a
todos los incautos que se han atrevido a extrapolar, utilizando la mecánica
cuántica para justificar extrañas filosofías de la realidad. Pues muy bonito, a
lo mejor es cierto que no faltan charlatanes aprovechados, pero también es
cierto que no han faltado físicos materialistas con evidencias delante de sus
narices que se niegan a reconocer. Es verdad que los fenómenos cuánticos no son
fáciles de ver a escala macroscópica, pero existen, y tienen potencial más que
suficiente para que sea científico investigar extrañas filosofías de la
realidad.
Indeterminismo
en las partículas de materia y realidad no local, son más que suficiente para decir
que las cosas ya no son el resultado de sumar los efectos de cada una de sus
partes, y eso es evidente por dos razones: En primer lugar porque no es lógico
esperar que surja un orden de donde no lo hay, y en segundo lugar porque al
hacer medidas más y más sensibles, más nos damos cuenta de que todo está
entrelazado y que no hay forma de dividirlo en partes. Si el materialismo equivale
a pensar que todo surge de trocitos de materia y sus conexiones (incluso la inteligencia
y la consciencia humanas), entonces lo que han matado las evidencias
científicas ha sido el materialismo, no la realidad.
Son las partículas de “materia” (y sus consecuencias) las que tienen una realidad más que dudosa, pero el vacío del que todo se proyecta como gotitas de materia está repleto de variables ocultas que los físicos cuánticos no quieren reconocer. Lo llaman “ondas de probabilidad” o campo cuántico, pero lo llamen como lo llamen, es una realidad oculta, indivisible y ordenada, que se proyecta de forma temblorosa y caótica como partículas de materia. ¿Qué es entonces la materia? Yo diría que solo es la forma en que la realidad se dibuja a sí misma como finísima lluvia de puntitos localizados. Nunca es el origen de nada sino la consecuencia, y por eso no importa el indeterminismo y el caos que tanto perturba nuestra razón.
2.- El espíritu de Schrödinger.
No, no se trata de una mención de mal gusto hacia uno de los físicos más grandes de la historia. Schrödinger no solo era uno de los más inteligentes sino que además no tenía ninguna duda sobre la realidad objetiva, la intuición, el sentido común y la razón al servicio de la ciencia. Hablar de su función de onda es hablar de lo más elemental que se conoce sobre la materia, pero si todo está hecho de materia deberíamos comprender que estamos arañando la naturaleza misma de la realidad, el origen de las preguntas fundamentales que siempre nos hemos hecho desde que somos conscientes de nuestra existencia.
“Soy yo”, me digo a mí mismo delante
de un espejo, pero si me pregunto qué soy, entonces creo que nunca lo entenderé
si no busco raíces en el origen más primitivo de la materia. Schrödinger era un
humanista, consciente de sutiles interconexiones entre la física y la realidad
que nos envuelve, y su función de onda bien merecía el calificativo de una
síntesis matemática de todo lo que es. Sin embargo es cierto que su ecuación,
esa función de onda que todavía mantiene palpitando el corazón de la mecánica
cuántica, pronto perdió su apellido al dejar de ser una onda de materia y convertirse
en onda de probabilidad.
Su ecuación acabó sirviendo a otros
amos con otras intenciones y otra forma de pensar, pero aquella cesión oficial
y ortodoxa no la reconoció nunca como definitiva, simplemente lo aceptaba como
solución temporal, como la opción menos mala de todas las ocurrencias de su
época. En este artículo veremos la verdadera historia de una ecuación con alma
que terminó siendo una estúpida herramienta de cálculo, una ecuación
experimental que cambia la realidad que hay más allá de las partículas por…
¡Sí!, ¡sí!... ¡ondas de probabilidad!
La primera ecuación o función de
onda de Schrödinger no tenía nada que ver con probabilidades, era más bien una
distribución en el espacio de la masa o de la carga eléctrica de una partícula,
y coincidía sorprendentemente bien con los resultados experimentales. Sin
embargo se trataba de una función compleja y era imposible encontrar una función
igual de buena pero real. En matemáticas, cuando la solución de un problema es
un número complejo, significa que dicha solución no sirve en la vida real y se
desecha. Si la función tenía que ser compleja, era como si estuviera diciendo
que las partículas son entes imaginarios que oscilan en un plano desconocido de
la realidad. El inconveniente se salvaba mediante la densidad de onda, que se
calculaba como el cuadrado del módulo de la amplitud. No importa el detalle
matemático, lo bueno era que la densidad de onda ya era una función real, y
representaba cómo se desparramaba una partícula en el espacio, bien su masa o
su carga eléctrica. Como la densidad tenía un pico muy pronunciado, la
partícula estaría especialmente compactada sobre una posición concreta del
espacio.
Max Born dio solución a ese problema basándose en el simple concepto de probabilidad. Por ejemplo cuando se lanza un dado de 6 caras, la probabilidad que corresponde al 1 es 1/6, y lo mismo al 2, al 3, al 4, al 5 y al 6. La suma de todas será 1/6 + 1/6 + 1/6+ 1/6 + 1/6+ 1/6 = 1. Cuando se suman las probabilidades de cada suceso posible, el resultado es siempre la unidad. De la misma forma, si una partícula existe siempre completa y tiene que aparecer en algún pequeño trocito del espacio, entonces cada trocito de espacio tiene cierta probabilidad de contener a la partícula, y sumando la de todos los trocitos del espacio el resultado también será uno. El valor de probabilidad asignado a cada trocito estará definido por una función que distribuye la probabilidad, y Born supuso que la densidad de onda podía ser precisamente eso.
Sin embargo, cuando se van sumando
los valores de la densidad de onda hasta cubrir todo el espacio, normalmente no
se obtiene el valor uno, pero Born se dio cuenta de que una solución de
cualquier función de onda se podía multiplicar por cualquier valor real y el
resultado también era solución de la función de onda. Eso permitía obtener
cualquier valor de conveniencia, y por supuesto también el valor uno, el que
necesitaba para convertir la densidad de onda en una distribución de
probabilidad. El proceso que permite hacer eso se conoce como “normalizar la
función”.
De esa forma cambiaba el concepto de
partícula distribuida por la probabilidad de encontrarla en el espacio, y
entendía que la función de onda dejaba de ser correcta en el momento de la
observación porque era semejante a tirar el dado, a sacar un resultado. Cuando
dicho resultado ha sido extraído es necesario volver a preparar el experimento
para una nueva observación, lo mismo que se debe recoger y agitar el dado para
la siguiente tirada. Así explicaba Born que la observación altera la función de
onda y la colapsa, así explica la mecánica cuántica que las partículas aparecen
cuando las ondas de probabilidad se colapsan.
Todo eso está muy bien, se puede
entender que la función de onda no contiene la información de lo que es una
partícula sino la información que probablemente se medirá. Dicho de otra
manera, es una herramienta de predicción basada en probabilidades que deja al
margen el origen real de tales probabilidades. Einstein y el propio Schrödinger
entendían así el significado de la función de onda, lo aceptaban como una
herramienta provisional hasta que pudiera encontrarse una verdadera descripción
de las partículas. Sin embargo, Born ya manifestaba que prefería entender a la
función de onda como la descripción de algo real, es decir, que prefería reconocer
una naturaleza probabilística de la materia y olvidarse de cualquier otra realidad.
Las ondas de probabilidad, sin causa, pronto fueron adoptadas como legítimas
por Niels Bohr en la ortodoxa interpretación de Copenhague, su lugar de
nacimiento.
¿De verdad no existe otro camino y
debemos aceptar que todo surge de fluctuaciones de la nada, por casualidad? Las
universidades enseñan que todo eso deja de ser un problema cuando se acepta,
que se puede seguir adelante sumergido en el abstracto mundo matemático, que no
hay otro camino, que la realidad es tan absurda que nadie la puede comprender,
y se ha demostrado tantas veces y de tantas formas, que nadie aprenderá física
cuántica si decide quedarse anclado en las preguntas y misterios del cuarto
oscuro de la ciencia. Definitivamente, la mecánica de las probabilidades se
había convertido en el nuevo espíritu de la física, los grandes que tanto
habían aportado eran constantemente acallados por las frecuentes demostraciones
experimentales, y la magia de Alicia en el país de las maravillas terminaba
siendo real en el mundo de las partículas.
La historia de la ecuación de Schrödinger tiene un aspecto muy diferente desde su propio punto de vista. Ya era un hecho que la luz también respondía como partículas, y las partículas como las ondas, de modo que su propósito era juntar esas dos realidades incompatibles, pues él y todos los demás tenían muy claro que la dualidad onda-partícula era un profundo pozo de ignorancia. Realmente nadie sabe qué es una partícula, todo lo que se conoce son propiedades de un “algo”, pero no ese “algo” en sí mismo. Las propiedades pueden medirse o detectarse, como por ejemplo masa, carga eléctrica, espín, y muchas otras. En base a esos datos que permiten distinguir a unas partículas de otras, Schrödinger buscaba relaciones que permitieran predecir futuros estados de las partículas. Pero si como acabo de decir, no se sabe lo que de verdad son las partículas, tampoco sabemos qué información es importante y cuánta se necesita.
Por suerte para Schrödinger, el matemático David Hilbert ya se había encargado de las transformaciones que convierten espacios de dos y tres dimensiones en espacios con cualquier número de dimensiones, así que finalmente consiguió lo que parecía imposible, crear un híbrido matemático de onda que también era partícula, o de partícula que también era onda. Pero no debemos pensar que las ondas de su ecuación se propagan en nuestro espacio de tres dimensiones, es en el espacio de Hilbert donde se propagan, tal vez en una realidad paralela muy extraña, o tal vez en el imaginario y abstracto mundo de las matemáticas.
Una cosa debería quedar muy clara,
que un desarrollo tan complicado jamás conduciría hacia ningún modelo correcto
de la materia, a menos que todos y cada uno de sus pasos fueran
escrupulosamente correctos, o completamente análogos con la realidad. Eso
sugiere que la idea original de Schrödinger debería ser buena con una
probabilidad altísima, y esa idea nos habla de ondas que tienen inercia como si
fueran partículas, porque deben ser ambas cosas. Cambiar esa idea por algo tan
diferente como una onda de probabilidad, sin nada real que se propague, no
hubiera servido para seguir desde un principio los razonamientos de Schrödinger.
Es mucho más probable que las ondas con inercia existan de verdad, aunque nos
falte algo de comprender para explicar los choques entre partículas.
La ecuación de Schrödinger es la
clave para intentar comprender nuestra disparatada realidad, pero resulta que
algunos libros la desarrollan solamente con razonamientos aproximados, y otros
la utilizan directamente sin demostración previa. Después de mucho buscar,
efectivamente recibí un premio a la perseverancia cuando por fin encuentro que
la ecuación de Schrödinger no se demuestra, “se postula”.
Efectivamente, el desarrollo
original tuvo que haber sido grandioso pero nunca llegó a ser una demostración,
y si además ignoramos que fue motivado con el propósito real de fundir en una
sola cosa a las ondas y a las partículas, todo lo que nos queda sobre la
función de onda es que fue una ocurrencia feliz, así, ¿sin más? En ese caso,
todo lo que les queda a los que siguen creyendo en las ondas de probabilidad,
toda la ciencia en la que se basan, es una ocurrencia feliz. La materia en
última instancia ¿es una ocurrencia feliz de un físico llamado Max Born?
Así es, la ciencia tiene un cuarto
oscuro donde se guardan muchas preguntas y muchos misterios que molestan a las
mentes más ortodoxas, preguntas y misterios que se han esquivado con
estrategias tan ingeniosas como las ondas de probabilidad. La ecuación de
Schrödinger sigue siendo uno de los grandes misterios, por su historia,
significado, importancia, y desde luego por ser la principal fuente de
discordia en el conocimiento de la materia. De todas formas, alguna verdad
profunda y misteriosa está implícita en esa ecuación, no puede ser casualidad
que sea tan coherente con el disparatado mundo de las partículas.
1.- Lo que no cuentan los libros.
Dicho así, a primera vista, no
existe ningún libro ni procedimiento educativo que nos enseñe a ser mejores personas.
Es evidente que los conocimientos nos hacen más competentes en cualquiera de
las profesiones, pero lo más importante de nuestra educación no puede ser la
competencia, pues tarde o temprano terminará clasificándonos como vencedores o
vencidos. Los libros y los maestros nos cuentan muchas cosas que se transmiten de
generación en generación, así que hay unas tradiciones y una cultura de fondo
que apenas cuestionamos pero que pueden estar atentando contra nosotros mismos
y la naturaleza, y puede haber muchos interesados en que las cosas no cambien,
ya sabes, los vencedores de una guerra que nunca se ha declarado pero tan real
como la vida misma.
Yo creo que sí, y no solo en lo que
favorece la injusticia social, también creo que la fuente misma del
conocimiento y la razón está corrompida por determinadas formas de pensar
dominantes, condicionantes históricos y culturales que solo se borran cuando
mueren los responsables de la doctrina que nos mantiene anclados en la
ignorancia. Y en estos tiempos de ciencia y tecnología, ¿de verdad seguimos atados
a la ignorancia como en los tiempos de Galileo, cuando se creía que la Tierra
era el centro del Universo?
Casi no tuve tiempo de pensarlo cuando me lo hizo entender todo de repente, diciendo que aquellos garabatos eran una fórmula “experimental”. Así comprendí que podía llegar a calcular la trayectoria exacta de cualquier sonda espacial, pero nunca sabría de verdad por qué nos mantenemos pegados a la Tierra. ¿Se entiende? No es que los libros no sirvan, es que siempre comienzan con fórmulas experimentales, principios, postulados, hipótesis, axiomas…
Decir que una fórmula es
experimental es como decir que funciona pero no se sabe por qué, ni cuál es la
realidad que lo hace funcionar. ¿Sabías que la función de onda, la ecuación más
fundamental de la mecánica cuántica, no se demuestra sino que se postula? Bien,
eso quiere decir que se conoce una ecuación impecable para describir a lo más
profundo y elemental de la realidad física, pero nadie sabe de dónde sale ni lo
que significa, así que la ciencia de la materia, de la que todo está hecho, es
más o menos como la ciencia del burro flautista, el que de un resoplido hizo
sonar una flauta “por casualidad”. ¿Sabías que la equivalencia entre masa y
energía solo es un principio, y que sucede lo mismo cuando hablamos de la
constancia de la velocidad de la luz? Pues eso significa que toda la física
nuclear está basada en una ley experimental, en esa famosa fórmula que nos dice
que la energía de la materia es masa por el cuadrado de la velocidad de la luz,
así que ya sabemos que no sabemos nada del origen de la materia y la energía.
También sabemos que tampoco se ha explicado por qué la velocidad de la luz
tiene que ser una constante universal, y con eso queda claro que nadie sabe
realmente por qué se dilata el tiempo, porqué se contraen las distancias y por
qué aumenta la masa de las cosas en la dirección en la que se mueven.
Newton no hubiera imaginado nunca su
ecuación de la gravedad si solo hubiera buscando una fórmula experimental, son
los que dictan la historia los que a veces prefieren ignorar las verdaderas
motivaciones, porque tienen fallos, y es así como también se olvida lo que hay
de verdad en los razonamientos originales. Hoy se explica la gravedad como
Einstein la imaginó, sin las acciones instantáneas y a distancia de las que
Newton solo podía responsabilizar a Dios. La relatividad general de Einstein
hace responsable a la materia de curvar el espacio y el tiempo a su alrededor.
¿Pero cómo es que algo tan volátil como el vacío puede sujetar a la Tierra
sobre una trayectoria curva en torno al Sol?, ¿y cómo es que la materia del Sol
puede curvar a distancia el sendero de vacío que recorre la Tierra? Brillante
analogía pero tan inverosímil como meter a Dios en el juego, ¿verdad? Nadie
sabe todavía cómo se relaciona tan estrechamente la materia y el vacío más
absoluto, y eso significa que nadie sabe de verdad qué es la materia, ni cómo
es posible que nos mantengamos pegados a la Tierra. ¿Pero sabes lo que
decepciona mucho más todavía? Pues estar seguros de que la verdadera historia
de la ciencia comparte morada con los magufos y los charlatanes, los herejes
del siglo XXI que se ocultan en el cuarto oscuro de la vergüenza.
En una escala macroscópica se pueden
decir muchas cosas de la materia, pero a su verdadero significado solo nos
acercamos cuando experimentamos con partículas, con pedacitos de materia que
impactan como balines infinitesimales. Llega un momento en el que se pierde su pista
como si no tuvieran movimiento continuo, desapareciendo en la nada y
apareciendo de nuevo en una posición y con una velocidad indeterminadas. Y si
pensamos que solo se trata de una incertidumbre de medida estamos equivocados,
se trata de una indeterminación real y bien verificada que dio lugar al
principio de indeterminación de Heisenberg, un principio fundamental en física
cuántica.
Se ha demostrado que los recuerdos
no son algo localizado en partes concretas del cerebro, que de alguna manera
están distribuidos y compartidos por todas las neuronas, como un todo que no se
puede comprender como partes independientes. Se ha demostrado que las moléculas
de ADN dispersan los fotones de un láser, y lo siguen haciendo durante semanas
incluso cuando el ADN ha sido retirado de la cámara de dispersión. Se ha demostrado
que una solución ultra diluida de histamina funciona sobre los basófilos de la
sangre como si de verdad hubiera histamina. Se ha demostrado que todas las
células vivas emiten y absorben luz ultra débil pero coherente, algo que solo
es propio de partículas entrelazadas como se sabe por la física cuántica. Luz láser,
hilos superconductores, helio superfluido y condensados de Bose-Einstein, son
claramente fenómenos cuánticos a escala macroscópica.
Leyendo un
artículo sobre no localidad cuántica recuerdo un comentario que por entonces me
sacaba de mis casillas, diciendo en tono de celebración que la razón había
muerto. Ahora comprendo que no le faltaba una parte de verdad, porque la
ciencia experimental no deja de probar una serie de principios que son absurdos
para lo que todavía es nuestra forma de pensar. El principio de NO LOCALIDAD
nos dice que dos partículas entrelazadas pueden comunicarse a distancia de
forma instantánea, o al menos mucho más rápido que la luz. Igualmente, cuando
está presente un detector de medida o de forma general cualquier elemento de
observación, el observador queda integrado en el experimento como algo
inseparable y entrelazado que afecta de forma inmediata. La realidad tiene que
ser así, pero nadie sabe cómo es posible que existan vínculos instantáneos
entre todas las cosas.
Los primeros físicos de la mecánica
cuántica intentaron por todos los medios recuperar aquella razón en crisis,
pero la tremenda paradoja de las partículas, que siempre parecían saber por
anticipado las intenciones del observador, y se mostraban como ondas o como
partículas, pronto terminó con la paciencia de los grandes físicos que no
supieron rellenar ese misterioso agujero de ignorancia. Así fue como se hizo
famosa la frase “calla y calcula”, así murió la razón porque ya nadie quería
gastar su tiempo imaginando nuevos pero alocados modelos de materia, de
realidad. Aunque hay una interpretación oficial sobre la mecánica cuántica,
siendo Niels Bohr su principal artífice, han sido tantas las discrepancias y
discusiones que Richard Feynman no dudó en reconocer que nadie comprende el
verdadero alcance y significado de la mecánica cuántica.
Así están las cosas en la física
moderna, tan llena de laberintos y paradojas que caben desde las
interpretaciones más oficiales y rectas hasta las hipótesis más beligerantes y retorcidas,
y con esto no pretendo decir en absoluto que lo recto sea bueno y lo retorcido
malo, de hecho me gustaría recordar que las grandes revoluciones de la ciencia
no se recuerdan precisamente por seguir los caminos marcados, más bien se
recuerdan porque hicieron añicos a viejas formas de pensar, y es ahora
precisamente cuando la interpretación de la realidad está hundida en la crisis
más profunda de la historia, ¿qué podemos hacer, dejar que la ciencia y la tecnología
sigan adelante pero con la razón anclada en el abstracto mundo de las
matemáticas?
Nuestro cerebro funciona de un modo
que recuerda mucho el entrelazamiento cuántico, y precisamente Richard Feynman
investigó en ese campo y lo defendió de forma incondicional. Si alteramos la
forma natural del cerebro para investigar un problema, haciéndolo trabajar en
modo matemático, por decirlo de alguna forma, no parece improbable que una
solución sencilla se convierta en algo imposible. No faltan experimentos que
demuestran algo parecido, en los que un sujeto resuelve repetidamente problemas
que necesitan el mismo tipo de estrategia, y cuando alcanza un alto nivel de
complejidad ya no consigue resolver algo sencillo si necesita una estrategia
diferente, antes debe hacer un largo descanso y desconectar de todo lo que
aprendió.
Ya es un hecho probado que varias
partículas pueden sincronizarse de forma que sus reacciones parecen ser
instantáneas, sin que importe su distancia, y también está probado que
cualquier observador, o cualquier dispositivo de medida, afectan a un sistema
de partículas de tal forma que ya no se puede considerar aislado. Esa
influencia tiene las mismas características que un entrelazamiento a distancia,
y más extraño aún es que parece anticiparse en el tiempo, como si el observador
ya hubiera hecho algo que todavía no ha decidido, o si se prefiere como si las
partículas adivinasen por anticipado lo que hará el observador. Así pues, la
realidad que parece estar hecha de partículas de materia, no es más que nuestra
forma de observar un extraño mundo repleto de locuras y paradojas que todavía
no sabemos encajar.
Sin embargo hay muchos que
oficialmente siguen llamando realidad a todo lo que surge del “quanto”, en
referencia a las partículas y a los fotones de la luz. En consecuencia para
ellos, la realidad no existe en sí misma porque las partículas aparecen solo
cuando se observan, y cuando no es así, la teoría predice que estarán como
disueltas en un estado de superposición, como si estuvieran probando todos los
caminos posibles a la vez. Hablan por lo tanto de probabilidad que se reparte
por todo el espacio y que se propaga como las ondas. De ese modo, los más
ortodoxos físicos de la mecánica cuántica se pueden quedar tranquilos, porque
convierten todas las locuras y paradojas de la realidad en inofensivas
probabilidades, sintetizadas en una ecuación a la que llaman “función de onda”.
Dicen así que la realidad se crea por el acto de observar, ya que las
partículas se crean teóricamente justo cuando son observadas, y en cualquier
otro momento no existen partículas localizadas sino ondas de probabilidad, o si
se prefiere, infinitos clones de cada partícula experimentando a la vez las
infinitas posibilidades.
La mecánica cuántica es por lo tanto
una teoría no local y no realista. Es no local porque trata con vínculos no
locales entre partículas entrelazadas y entre partículas y observador, o
dispositivo de medida. Recordar que los vínculos no locales tienen efecto a
cualquier distancia y de forma instantánea. No es una teoría realista porque
solo atribuye realidad a las partículas cuando las ondas de probabilidad
colapsan debido a la observación. Y eso es todo, si no hay realidad más allá de
las partículas, tampoco habrá nada extraño que necesite una explicación, de
forma que los físicos pueden dedicarse tranquilos a predecir con el mayor
acierto posible lo que pasará, aunque no tengan ni la más remota idea de la
causa que habrá detrás de sus probabilidades.
Introducción.
Solemos decir que la justicia es ciega y que la ciencia es objetiva y escéptica porque demuestran sin lugar a dudas cada uno de sus pasos. Sin embargo cada demostración es absolutamente cierta sí y solo si son absolutamente verdaderos cada uno de sus postulados.
Esto no es una guerra contra la ciencia, es una guerra sin cuartel contra los postulados y formas de pensar que han sido dictados por condicionantes históricos y culturales, verdades incompletas que no dejan de cambiar y de hacer añicos a todo lo que se demuestra.
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